UN DÍA DE PISCINA

                         

                 Querido Diario;

<Que tal querido>

¿Sabes qué? Mañana me llevo el cuaderno y un lápiz a la piscina. Es un tiempo en el que mi cabeza desconecta y saca pensamientos interesantes. Y como no, al rato se me olvidan y como entro sin teléfono móvil no puedo apuntarlo. 

<¿Qué le hace especial la piscina a tu cabeza?>

Bueno, de momento no conozco a nadie y es un sitio que me relaja, no sé si me hará bien a mis dolencias pero al menos me hace pensar y crear. Ya sabes, cosas de loco. 

Al principio, cuando llego, visualizo al personal y hago un análisis exhaustivo de cada uno de ellos. Somos pocos con lo que no me cuesta mucho tiempo. 

Las más llamativas son una madre con su hija, ambas entradas en carnes y con la firme pretensión de quemar calorías pero, terminan sentadas sobre las burbujas del jacuzzi charlando sobre el vecindario. 

Mientras hago unos largos (andando) me voy cruzando con una solitaria cincuentona que al parecer alivia sus dolores de espalda caminando con disciplina y tesón. Yo voy y ella viene, yo voy, ella viene… 

Está el chico joven que no le pillo. Se ha pasado la hora que he estado sumergido solo con la cabeza asomando. Estaba desconcertado, allí en un rincón de la piscina como un mendigo en la puerta de la iglesia. 

Cuando me marchaba ha llegado un matrimonio mayor que, a mi parecer, venían tan solo a disfrutar, ninguno de los dos aparentaba dolencia alguna. Dos jubilados disfrutando de su jubilación. Lo que debería ser lo más normal del mundo, es lo que nos parece más extraño. 

Si te digo. “Ahora voy a la piscina cubierta del ayuntamiento” seguro que me preguntas, ¿Y eso? ¿Qué te pasa? ¿Te lo ha mandado el médico? Pues no, bueno, en mi caso sí pero quiero decir que hay gente que no. Hay gente que disfruta del tiempo libre, que no espera a ser una obligación, esa gente que te confirma que la jubilación no es sinónimo de aburrimiento. Me doy cuenta de que, el día que desaparezcan los dolores, seguiré yendo a la piscina y quizá descubra que las dos entradas en carnes no son madre e hija y el mendigo de la esquina es el socorrista.


“No juzguéis a los demás si no queréis ser juzgados. 

Porque con el mismo juicio que juzgareis habéis de ser juzgados, 

y con la misma medida que midiereis, seréis medidos vosotros”

Jesucristo



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